Te despertás. Es una tibia mañana de primavera, de esas que a pesar de ser Sábado no te resulta engorroso abrir los ojos tan temprano. Salís de tu cama, te dirigís al baño para salpicar tu cara con agua fresca y hacer tus necesidades matutinas, no sin antes obedecer al hábito imperioso y rutinario de espiar por las rendijas de tu persiana americana que iluminan precariamente la habitación. La calle está desierta, como previste.

Encendés la cafetera, que luego de unos minutos comienza a despedir un aroma que inunda la cocina. Al mismo tiempo, tomás dos rebanadas de pan y las colocás cuidadosamente en la tostadora, procurando que no se quemen pero que efectivamente alcancen un dorado crujiente. 

Apoyás la bandeja de tostadas y la taza de café con leche sobre la mesa, justo al lado de tu avanzado sistema de computadoras y aparatejos electrónicos.

Se acercan las elecciones presidenciales y sabés que el trabajo será abundante, más que lo usual. Sorbés un poco de café con leche y mordés una tostada. Con optimismo, iniciás tu jornada.